dissabte, 27 de setembre del 2008

Crisi del capitalisme

Crisis, ¿qué crisis?

Ginés Fernández / sep 08

Mientras los ciudadanos sufren desde hace más de un año los efectos de la grave situación económica, el gobierno se devana los sesos para buscar eufemismos que definan la situación sin contemplar de forma firme y concluyente que estamos en una crisis de calibre grueso y con muchas variables que la hacen diferente de otras. Pero ¿de qué crisis estamos hablando?.

Una crisis que ha sido el efecto de la financiarización de la economía, es decir de la especulación financiera, de la búsqueda del mayor beneficio con el menor esfuerzo desde todos los ámbitos de la actividad económica y con el placet de las fuerzas políticas que tienen el liberalismo como doctrina política, bien sea el neo(liberalismo) o el social(liberalismo). Una vez más el mercado no ha asignado los recursos de forma que hayan solucionado las necesidades de los seres humanos, de países o zonas enteras del planeta. La globalización capitalista ha dejado en la última década guerras, hambrunas, la ampliación de la brecha de la desigualdad, los mayores incrementos de los beneficios de la historia más reciente. Los ciudadanos despiertan del sueño de la abundancia y sufren en sus carnes ya los efectos de la "no crisis" económica. Aquí es necesario recordar que la economía tiene sus ciclos, si bien en los últimos años son más largos, y que el problema no es un determinado momento de la coyuntura, es el modelo y el PP y el PSOE tienen un modelo muy parecido, lógicamente con variables que a los ojos de unos ciudadanos imbuidos en una realidad virtual parecen distintas. Con el PP primero y con el PSOE después, o viceversa, las variables económicas han sido las mismas, pero se ha agotado el ciclo.

¿Quiénes son los que más sufren la "no crisis"? Primero, los inmigrantes, llamados a la sociedad de la abundancia, al paraíso, que ven truncado sus anhelos y esperanzas y cómo la vieja Europa aprueba normas infames para su retorno después de haberlos explotado y utilizado para el crecimiento económico de sus países y para pagar las pensiones de los nativos de origen. Segundo, las mujeres y los jóvenes que ven como se hace más difícil su incorporación al trabajo y por tanto, con plenitud, a la sociedad y los terceros los trabajadores y las trabajadoras que verán mermados sus derechos y condiciones laborales y salariales, como siempre que hay una situación económica difícil.

¿Que hacer? Después de meses de ceremonia de la confusión, de la falta de definición y de la parálisis, la sociedad y la clase trabajadora necesita que se le explique la realidad y desde la izquierda transformadora proponer alternativas para que nos vean y nos sientan como suyos y, no ajenos a sus problemas, solo preocupados por el debate partidario, y eso se hace con la vieja receta de salir a la calle a explicar y defender nuestras posiciones, nos tienen que ver cercanos.

Nuestras propuestas, además de entendibles, tienen que ser creíbles e ideológicamente eficaces, es decir, posibles en un tiempo perceptible a los que sufren esta situación y que creen que otra sociedad y otro mundo es posible. Explicar y proponer un modelo económico y de desarrollo social que cuestiona el actual neoliberalismo y que presenta cambios y transformaciones en la realidad actual y perspectivas de futuro a los que decimos y queremos representar. En este sentido la planificación democrática de la economía no es un hito del pasado, es un elemento de futuro, en la medida en que ha quedado demostrado por enésima vez que el mercado no regula ni produce la igualdad ni los medios necesarios para la subsistencia de inmensa mayoría de la población. Planificar democráticamente la economía para establecer mecanismos en los que estén cubiertas las necesidades básicas de alimento, vivienda, salud, educación y trabajo con todo lo que ello implica, en el tiempo actual es una verdadera revolución.

Planificar democráticamente la economía es que esta sirva a la mayoría social y no la minoría privilegiada, es tomar partido por la población española y no por una parte ínfima de ella. Para ello es necesario establecer en esta situación social algunas premisas: una banca publica que de respuesta a las necesidades de la población endeudada, a la pymes y al sector cooperativo, de la económia social (estas últimas son las más empleo crean) que necesitan apoyo mediante actuaciones sobre sus operaciones garantizando no solo la viabilidad sino también el futuro. Los medios económicos del Estado no están para salvar grandes fortunas, están para garantizar el empleo y los derechos sociales. Como primer paso se debe realizar una actuación decidida sobre las cajas de ahorro en esta línea.

Establecer sectores públicos estratégicos que garanticen el funcionamiento de los servicios a los ciudadanos desde condiciones asequibles y objetivas, tomando como prioridad el bienestar social y no la tasa de beneficio de los de siempre como son el sector energético, el del transportes y comunicaciones, planificación del suelo, la educación, sanidad y alimentación estableciendo para ello los pasos necesarios a medio plazo.

Una propuesta federal y solidaria sobre la financiación de las instituciones, dando preponderancia a los ayuntamientos, terminando con la "nueva centralización" en las Comunidades Autónomas y culminado la segunda descentralización hacia el poder local. No sirve para ello el debate establecido por el gobierno y las comunidades en la actualidad, además de maniqueo, es torticero.

Un modelo social, en el que la sociedad disfrute la máxima de los tres tercios: un tercio del tiempo para el trabajo, otro para el ocio y el otro para el descanso, para ello es necesario cambiar la mercantilización del ocio y la cultura en el grado extremo que existe en actualidad, establecer la jornada de trabajo de 35 horas y con ello un marco salarial suficiente, la estabilidad y la seguridad en el trabajo con los mismos derechos para todos y todas.

Para todo ello es necesario establecer con quién y cómo queremos o podemos hacerlo, establecer la política de alianzas y de prioridades. Esta política de alianzas, obviamente, debe hacerse entorno al programa colectivo, el programa que identificándose con los sectores más dinámicos de la sociedad, se haga identificable por organizaciones sociales y sindicales con las que podamos establecer el marco unitario de actuación.

Ardua pero ilusionante tarea para los comunistas, las gentes de izquierdas y para la izquierda transformadora.

Ginés Fernández
Director de Mundo Obrero
http.//elblogdexenxo.blogspot.com